El pasado y último fin de semana, tuvo lugar en SUCINA un acto que, no por haber nacido en una no muy grande Pedanía Murciana, dejó de ser grande en su fin y en su desenvolvimiento.
Ya el mismo enunciado intentaba pregonarlo:
“Homenaje al Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión”. Título al parecer pretencioso dada a envergadura con que la Comunidad ha conseguido coronar el más grande de cuantos festivales de cante flamenco se celebran en España y ser, repito, no muy grande el núcleo poblacional que a bién tuvo homenajearlo.
Y no resultó un espejismo.
Empezando por el entorno en el que se desarrolló.
Ubicación, infraestructura, seguridad, medios auditivos etc., parecía al asistente como si todo fuese ya algo habitual, no improvisado.
Comienza el acto por unas breves pero directísimas palabras del señor concejal del Excmo. Ayuntamiento de La Unión D. Pedro López Millán, recordando aquellos artistas y artífices de los cantes mineros así como de quienes de algún modo, amamantaron el Festival.
ROJO EL ALPARGATERO, PENCHO CROS, PIÑANA, CONCHA LA PEÑARANDA, EL MISMO ESTEBAN BERNAL, ASENSIO SÁEZ, NIÑO ALFONSO, glosando la trascendencia universal de los Cantes Mineros.
¡Se le ensanchaba el corazón al señor concejal!.
Dirigen los Actos de presentación verdaderos ases-maestros de ceremonia (Agustín, Paco Avilés, Manuel Avilés), y todo bajo la voz callada pero siempre magistral de Don Juan José López (El Boticario).
Coordina todas las facetas Rosa Franco, con la galanura y garbo que es propio de ella.
Del auditorio. ¿Qué decir? Se mastica el respeto tan poco frecuente en estos actos.
A quienes más o menos conocemos públicos de nuestros pagos, aquello nos impresionó.
Algo digno esperaba el respetable. Y no defraudó. Los tres componentes de Cante, toque y baile, hicieron enmudecer de regusto un salón repleto de buenas y educadas gentes.
Una niña cordobesa, Anabel Castillo deleitó con sus cantes gaditanos, aquellas cantiñas que encierran en su gracia las sales de la Bahía e hicieron trasladarnos a escuchar esos cantes de “Jaleo”, “Rosas panaderas” y el Sanluqueño “mirabrás”. Y todo animado por las acariciadoras manos del guitarrista “El Torero”.
No faltó en Anabel en honor a la proximidad Navideña sus bién logrados “Campanilleros”. Puesta de pié y sin artefactos fonográficos se despidió con unos fandangos entre aplausos y piropos –ahora sí- del auditorio.
Y llega el sábado veinticinco y con él toda la grandeza del Arte que este pedazo de Murcia ha sabido asimilar y ¿Por qué no? Acrecentar, realzar, difundir, y hasta dignificar:
Dos guitarristas; tres cantaores, un grupo de baile, y todo, repito, respaldado por un público que quiso estar a la altura del evento, siempre atento y sabiendo escuchar, más cuando llegado el momento hasta jaleó si el arte así lo pedía.
Este “Bastián”, cantaor por vocación, gitano por devoción, pletórico de facultades, pozo sin fondo, largo en su dominio del arte, remeda y hasta consigue recordar al maestro Mairena.
Poderío se dice ahora, recursos, para él, el flamenco no tiene recovecos; no se sabe si es que engancha a los guitarristas o viceversa. Modula la voz como le dicen sus sentimientos y todo con una naturalidad que asombra por lo verdadera; oírlo es trasladarse a lo más puro del cante en su grandeza.
Otro cantaor: Antonio José Mejías, cordobés éste, interpretó cantes por Malagueñas, desde las del Maestro “EL MELLIZO” hasta la de su aventajadísimo discípulo Don Antonio Chacón; pasó a los cantes de Levante y aquí extendió todo el dolor y profundidad que la taranta y el taranto en su letra y en su fondo arrancan el abismo minero. Su maestría – aunque joven – nos trasladó a Almadén, a Linares a Almería, por esos caminos no escritos en Pentagramas. Como debe ser.
Y ya al borde de las tablas, unos fandangos que los remató evocando a los del “GLORIA”, aquel que los empezaba por lo bajo para remontarse como un águila en la algidez de su sentir.
Y a todo esto, dos guitarras llamando con su vocabulario de dolor hecho música las voces de los cantaores, guitarras coquetas y delicadas; al fin y al cabo tiene forma de mujer, ya ellas desde su primer lamento están pidiendo una voz que el cantaor muy bien, sabe responderles.
Cayetano Moreno –premiado por su verdad- y el “Torero” , tan genial como fiel, acariciando esa aljibe sonora como García Lorca llamara a ese instrumento, que sin disponer de lengua, se expresa en el mejor lenguaje que imaginarse pueda: La Guitarra.
Y surge lo que tenía que surgir.
Al regusto de lo oído en el toque y el cante el complemento de este arte: lo que la visión nos traslada a la plasticidad del Flamenco: el baile.
Desde la penumbra de lo arcano, llamada por esos lamentos que rompen el silencio del salón, los ojos de quienes lo ocupan se clavan en una figura fantasmagórica.
No es una ilusión.
Aquella figura adolescente se mueve al compás de lo que la guitarra le dice y su figura se agranda y agrega toda la sal hecha danza que bañan nuestros mares sureños.
Torreña y doce añera y por lo que el destino lo pudo. Cynthia, su nombre realzará lo que Sucina se propuso: Dar vida a una Asociación Cultural bajo los auspicios de ese arte ya Universal lleno de lamento, de verdad y de suspiro. Y esto, Cynthia, sin ti y sin tu Grupo difilillo hubiese sido lograrlo.
Tus manos como abanicos acarician el aire que respira esta Asociación, la que hoy se honra en homenajear al Murcianísimo Festival del Cante de las Minas de La Unión, por su Declaración de Interés Turístico Internacional.
Juan Gómez García.
Ya el mismo enunciado intentaba pregonarlo:
“Homenaje al Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión”. Título al parecer pretencioso dada a envergadura con que la Comunidad ha conseguido coronar el más grande de cuantos festivales de cante flamenco se celebran en España y ser, repito, no muy grande el núcleo poblacional que a bién tuvo homenajearlo.
Y no resultó un espejismo.
Empezando por el entorno en el que se desarrolló.
Ubicación, infraestructura, seguridad, medios auditivos etc., parecía al asistente como si todo fuese ya algo habitual, no improvisado.
Comienza el acto por unas breves pero directísimas palabras del señor concejal del Excmo. Ayuntamiento de La Unión D. Pedro López Millán, recordando aquellos artistas y artífices de los cantes mineros así como de quienes de algún modo, amamantaron el Festival.
ROJO EL ALPARGATERO, PENCHO CROS, PIÑANA, CONCHA LA PEÑARANDA, EL MISMO ESTEBAN BERNAL, ASENSIO SÁEZ, NIÑO ALFONSO, glosando la trascendencia universal de los Cantes Mineros.
¡Se le ensanchaba el corazón al señor concejal!.
Dirigen los Actos de presentación verdaderos ases-maestros de ceremonia (Agustín, Paco Avilés, Manuel Avilés), y todo bajo la voz callada pero siempre magistral de Don Juan José López (El Boticario).
Coordina todas las facetas Rosa Franco, con la galanura y garbo que es propio de ella.
Del auditorio. ¿Qué decir? Se mastica el respeto tan poco frecuente en estos actos.
A quienes más o menos conocemos públicos de nuestros pagos, aquello nos impresionó.
Algo digno esperaba el respetable. Y no defraudó. Los tres componentes de Cante, toque y baile, hicieron enmudecer de regusto un salón repleto de buenas y educadas gentes.
Una niña cordobesa, Anabel Castillo deleitó con sus cantes gaditanos, aquellas cantiñas que encierran en su gracia las sales de la Bahía e hicieron trasladarnos a escuchar esos cantes de “Jaleo”, “Rosas panaderas” y el Sanluqueño “mirabrás”. Y todo animado por las acariciadoras manos del guitarrista “El Torero”.
No faltó en Anabel en honor a la proximidad Navideña sus bién logrados “Campanilleros”. Puesta de pié y sin artefactos fonográficos se despidió con unos fandangos entre aplausos y piropos –ahora sí- del auditorio.
Y llega el sábado veinticinco y con él toda la grandeza del Arte que este pedazo de Murcia ha sabido asimilar y ¿Por qué no? Acrecentar, realzar, difundir, y hasta dignificar:
Dos guitarristas; tres cantaores, un grupo de baile, y todo, repito, respaldado por un público que quiso estar a la altura del evento, siempre atento y sabiendo escuchar, más cuando llegado el momento hasta jaleó si el arte así lo pedía.
Este “Bastián”, cantaor por vocación, gitano por devoción, pletórico de facultades, pozo sin fondo, largo en su dominio del arte, remeda y hasta consigue recordar al maestro Mairena.
Poderío se dice ahora, recursos, para él, el flamenco no tiene recovecos; no se sabe si es que engancha a los guitarristas o viceversa. Modula la voz como le dicen sus sentimientos y todo con una naturalidad que asombra por lo verdadera; oírlo es trasladarse a lo más puro del cante en su grandeza.
Otro cantaor: Antonio José Mejías, cordobés éste, interpretó cantes por Malagueñas, desde las del Maestro “EL MELLIZO” hasta la de su aventajadísimo discípulo Don Antonio Chacón; pasó a los cantes de Levante y aquí extendió todo el dolor y profundidad que la taranta y el taranto en su letra y en su fondo arrancan el abismo minero. Su maestría – aunque joven – nos trasladó a Almadén, a Linares a Almería, por esos caminos no escritos en Pentagramas. Como debe ser.
Y ya al borde de las tablas, unos fandangos que los remató evocando a los del “GLORIA”, aquel que los empezaba por lo bajo para remontarse como un águila en la algidez de su sentir.
Y a todo esto, dos guitarras llamando con su vocabulario de dolor hecho música las voces de los cantaores, guitarras coquetas y delicadas; al fin y al cabo tiene forma de mujer, ya ellas desde su primer lamento están pidiendo una voz que el cantaor muy bien, sabe responderles.
Cayetano Moreno –premiado por su verdad- y el “Torero” , tan genial como fiel, acariciando esa aljibe sonora como García Lorca llamara a ese instrumento, que sin disponer de lengua, se expresa en el mejor lenguaje que imaginarse pueda: La Guitarra.
Y surge lo que tenía que surgir.
Al regusto de lo oído en el toque y el cante el complemento de este arte: lo que la visión nos traslada a la plasticidad del Flamenco: el baile.
Desde la penumbra de lo arcano, llamada por esos lamentos que rompen el silencio del salón, los ojos de quienes lo ocupan se clavan en una figura fantasmagórica.
No es una ilusión.
Aquella figura adolescente se mueve al compás de lo que la guitarra le dice y su figura se agranda y agrega toda la sal hecha danza que bañan nuestros mares sureños.
Torreña y doce añera y por lo que el destino lo pudo. Cynthia, su nombre realzará lo que Sucina se propuso: Dar vida a una Asociación Cultural bajo los auspicios de ese arte ya Universal lleno de lamento, de verdad y de suspiro. Y esto, Cynthia, sin ti y sin tu Grupo difilillo hubiese sido lograrlo.
Tus manos como abanicos acarician el aire que respira esta Asociación, la que hoy se honra en homenajear al Murcianísimo Festival del Cante de las Minas de La Unión, por su Declaración de Interés Turístico Internacional.
Juan Gómez García.