
JOSÉ De la Tomasa: Cante
Ciclo Poco Ruido y mucho Duende
Miércoles 23 Abril 2008 a las 20,30 horas
Auditorio Puertas de Castilla - Murcia
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En la personalidad cantaora de José de la Tomasa se dan cita todas las virtudes que se le pueden y deberían pedir a un cantaor: musicalidad, inteligencia y gusto.
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Nadie como él sabe encontrar en el fraseo el equilibrio perfecto entre la delicadeza y el verismo. Se recoge y se expande con igual belleza. Su cante es hiriente pero dulce, hermoso, ancestral pero contemporáneo, y sin un ápice de ese dramatismo ortopédico y esa rudeza innecesaria que arrastran casi todos los cantaores que asumen de forma distorsionada las obligaciones genéticas.
Nadie como él sabe encontrar en el fraseo el equilibrio perfecto entre la delicadeza y el verismo. Se recoge y se expande con igual belleza. Su cante es hiriente pero dulce, hermoso, ancestral pero contemporáneo, y sin un ápice de ese dramatismo ortopédico y esa rudeza innecesaria que arrastran casi todos los cantaores que asumen de forma distorsionada las obligaciones genéticas.
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José no es de los que acaban frivolizando lo sagrado con una absurda obcecación por transmitir un drama ya inexistente para justificar el título de auténtico. José no juega a eso porque no lo necesita. José es, sencillamente, historia viva. Y gestiona su herencia con gran sabiduría y respeto. Respeto a la verdad y a la inteligencia propia y ajena, porque sabe muy bien, como todos sabemos, que a pesar de que corre por sus venas sangre azul, ni el talento se hereda, ni los genes compensan su ausencia.
José no es de los que acaban frivolizando lo sagrado con una absurda obcecación por transmitir un drama ya inexistente para justificar el título de auténtico. José no juega a eso porque no lo necesita. José es, sencillamente, historia viva. Y gestiona su herencia con gran sabiduría y respeto. Respeto a la verdad y a la inteligencia propia y ajena, porque sabe muy bien, como todos sabemos, que a pesar de que corre por sus venas sangre azul, ni el talento se hereda, ni los genes compensan su ausencia.
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Textos de Mayte Martín Foto: El Arte de Vivir el Flamenco